Regia Metropoli.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Estampas regiomontanas del ayer de Don Jorge Pérez.



Viví en la calle 5 de Mayo entre Zaragoza y Escobedo, en el Centro. Recuerdo que de niño jugaba con mis amiguitos en las escaleras del edificio de Correos, hoy conocido como el Palacio Federal, ahí en la calle Washington. En aquella época no había colonias como hoy; los humildes, económicamente hablando, y los clase medieros vivíamos juntos en las mismas zonas y jugábamos por todos lados. Solamente los ricos vivían en el Obispado

La Experiencia Comunista de los 30’
La década de los 30’s fue la de los sindicatos en todo el país. Lázaro Cárdenas era un convencido del comunismo y se puso de moda la frase “la tierra es de quien la trabaja”, y con esa idea unos sindicalizados se acercaron al la panadería La Alemana, propiedad de mi padre, la cual estaba ubicada en 15 de Mayo, entre Zaragoza y Escobedo, y le pidieron por orden del Gobierno que convirtiera su panadería en una cooperativa. Eso fue más o menos como en 1935. Mi papá tenía siete hijos y nos tenía en colegios privados. Desde ese momento mi padre tuvo que abandonar su panadería y pidió trabajo en otra de nombre El Nopal, la cual estaba en Morelos con Dr. Coss. Nos tuvo que sacar del colegio y entramos a escuela pública. Me acuerdo que ahí en lugar de cantar el Himno Nacional cantábamos La Internacional, un himno socialista. La panadería que había sido de papá no duró ni tres meses. Al poco tiempo una panadería de Saltillo del señor Raúl del Bosque, llamada La Reyna en su sucursal de Monterrey, se ofreció en traspaso y mi padre se interesó en ella, aunque con cierto recelo, por aquello de los sindicatos “rojos”.

El Pan Francés
Mi padre aprendió el trabajo de panadería de los franceses, Aquí en Monterrey éramos de puras tortillas. Algunos panes los heredamos de la relación que tuvo México durante el porfiriato con los europeos; de ahí viene el nombre al pan francés. En la panadería de mi padre se vendía un pastel de manzana riquísimo a 50 centavos. Tenía tanto éxito que mi hermano sugirió que aumentara el precio a dos pesos, cosa que mi padre negaba ya que decía que ya le sacaba mucha ganancia.


Fragmento del texto incluido en la revista descubre Monterrey, la cual pueden ver en linea, dando click aquí.

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